viernes, 9 de marzo de 2007

Por tierras de Teruel y Zaragoza. (4ª parte)

Después de comer en Monreal nos damos un paseíto por los llamados Ojos del Jiloca, pequeños humedales situados junto al río que se alimentan por manantiales interconectados entre sí por canales, por lo que hay un abundante caudal… tanto que, en años de sequía, el Jiloca nace aquí.

Y ahora nos vamos a otro pueblo de nombre insólito: Ojos Negros…Está en el límite con la provincia de Guadalajara, en la parte norte de la Sierra de Menera y su nombre se debe a que durante muchos años, desde 1906 a 1987, su economía se centró en la explotación a cielo abierto de las minas de hierro… A ellas se debe su nombre… En las afueras del pueblo hay un enorme molino, totalmente manchego

y más adelante, al pie de la sierra de Menera están los abandonados poblados mineros, un mundo fantasmal que habría que haber visto con más detenimiento hasta llegar a los cráteres de sus minas a cielo abierto.

Paramos en el barrio llamado del centro, en el cual hay una locomotora del tren minero, como monumento en recuerdo de todo lo que allí fue.

Y de Ojos Negros nos vamos al pueblo de Peracense y a su estratégico y enorme castillo…

Es un castillo que nos deja “anonadados”…creo que esa es la expresión exacta…

Fundido con la roca rojiza sobre la que se alza, con los inmensos peñones que le circundan, su llegada desde el pueblo a la hora bruja del atardecer es mágica.

No podemos verle por dentro, pues en invierno cierran a las 17,30 y son casi las seis y media, pero creo que lo verdaderamente notable es su fusión con el paisaje… de todas formas es un lugar al que hay que volver sin duda…

Y nosotros, dada ya la hora, también debemos volver a Tornos…¿por donde? ¿Por Peracense o por Ródenas?... Este es el otro pueblo inmediato, de gran cromatismo, especialmente a la caída del sol, pues tiene el nombre del color de sus rocas compuestas de arenisca rojiza. Si el acceso a Peracense, se hace desde aquí, al subir un repecho, lo ves todo de pronto: allí está el solitario castillo, en toda su rotundidad…

1 comentario:

*** dijo...

Precioso trabajo gráfico y literario. Enhorabuena a la autora. Tal y como digo en mi comentario anterior, llama mi atención el "pairón molinés" del cual tenemos una réplica, precisamente, en la calle María de Molina, en su cruce con Serrano. Fueron los "arriacenses", quienes desde altas tierras de la Alcarria vinieron a hacer un merecido homenaje a su famosa paisana. Es lo buen que tiene Madrid, autoras como la que nos ilustra, e insignes foráneos
que dieron fama y lustre al foro capitalino. María Rosa, ¡chapeau!..